Como explica Luis Cayo Pérez Bueno, presidente del CERMI, “la inclusión universitaria, vigorosa, con ambición y de alcance, necesita de un revulsivo, una reactivación que ponga este asunto entre los de primera importancia de la enseñanza superior. La nueva Ley de Universidades (LOSU) anunciada por el Gobierno debe ser ese instrumento palanca, y desde el movimiento de la discapacidad, siempre actuando como avanzadilla, ya hemos hecho llegar al Ejecutivo y a la comunidad universitaria nuestras propuestas. La universidad necesita para mejorar colectivamente la tensión productiva que significa dar respuesta a los anhelos de inclusión de la discapacidad”.

 

 

De acuerdo con los resultados del estudio, elaborado con los datos del curso 2019-2020 y la participación de 61 universidades públicas y privadas de todo el país y 1.860 universitarios con discapacidad, las principales razones para la percepción de discriminación del alumnado están relacionadas con algún tipo de problema con el profesorado, entre otras faltas de respeto, falta de atención a sus necesidades y mala actitud (38,2%), o con problemas de accesibilidad, caso de barreras arquitectónicas, exámenes no adaptados o falta de adaptación curricular (37,9%).

 

Uno de cada tres estudiantes con discapacidad afirma sentirse aislado. De hecho, el 16% de los encuestados considera que sus compañeros se comportan de manera diferente con ellos; y el 35% estima que tiene más dificultades que sus compañeros para relacionarse con los demás estudiantes.

 

Por el contrario destaca la colaboración prestada por los compañeros para el seguimiento de las clases por aquellos estudiantes con discapacidad que lo necesitan, algo con lo que afirma contar una cuarta parte del alumnado con discapacidad.

 

Por su parte, el 11% de las estudiantes con discapacidad afirman que el hecho de ser mujer ha implicado mayores dificultades en el acceso a sus estudios universitarios. Un porcentaje que ronda el 16% cuando se atiende a las dificultades que han tenido a lo largo de toda la carrera por el hecho de ser mujer.

 

 

La COVID-19 también ha tenido un impacto negativo sobre la accesibilidad de los alumnos a sus estudios: el 21% de los encuestados afirma tener mayores dificultades para seguir las clases y el 24% se queja de la falta de recursos tecnológicos para poder estudiar desde su hogar.

 

Por su parte, y por lo que respecta a los contenidos, cerca del 80% de los estudiantes con discapacidad afirma que ha recibido correctamente la información necesaria para la realización de sus actividades académicas; y la mayoría declara no haber tenido problemas para seguir comunicándose tanto con sus compañeros de clase como con sus docentes. El resultado es que más de la mitad de las personas encuestadas considera que la universidad española ha sido capaz de adaptarse ‘muy o bastante bien’ a la nueva situación provocada por la pandemia.

 

Como concluye Sonia Viñas, directora de la Fundación Universia, “esta experiencia nos hace ver el futuro en clave de oportunidad, con la visión de no confrontar la enseñanza presencial (en clave social) frente a la enseñanza en remoto (en clave de innovación), sino con la idea de extraer lo mejor de cada una de ellas para así plantear un tercer escenario inclusivo y accesible, que desde el principio se adapte a las diferentes capacidades, necesidades y estilos de aprendizaje respetando la diversidad y sobre todo colocando al estudiante en el centro”.

 

Fuente: Somos pacientes